jueves, 16 de agosto de 2012

CATEQUESIS DE FILÓSOFOS ATEOS

Los siguientes textos seleccionados por el Dr. Emilio Komar para algunas de sus clases nos presentan con impresionante claridad las consecuencias de sostener la negación de la existencia de Dios. Con toda dureza nos muestran estos pensadores no creyentes el vacío, la angustia y el sinsentido de un mundo carente de su Creador. Sus almas en la oscuridad sienten la frustración absoluta. No creen posible en modo alguno abandonar a Dios y caminar felices por la vida como si nada hubiera sucedido.
Independientemente de que no coincida con su escepticismo, si coincido con las conclusiones a las que arriban:: Si Dios no existe, dirá J P Sartre, estamos abandonados, condenados a ser libres, convertidos en un ser para la muerte.En suma si Dios no existiera nuestra vida carecería de sentido. No podemos pasar por la vida sin detenernos a pensar en esto. Nada en este mundo satisface nuestra sed de eternidad e infinito. Y el sentido de nuestra existencia está ligado directamente a la posición que tomemos, en el presente, respecto a  Dios y nuestro destino trascendente.
También estos textos nos permiten, haciendo un análisis crítico de los mismos, estar de acuerdo con sus autores en la inconcistencia de defender principios morales heredados del cristianismo como lo son el de solidaridad, justicia social, tolerancia, etc... si rechazamos "la piedra angular". Si no hay Dios, afirmaba Dostoievsky, "todo está permitido" y por lo tanto el mundo se convierte en lo que vemos hoy a nuestro alrededor una jungla donde vence el más fuerte. Pareciera que han llegado los tiempos profetizados por Nietzsche.
Por último creo que nos recuerdan a los cristianos lo que verdaderamente es el cristianismo ( especialmente en el texto de Nietzsche) algo que, aunque sea doloroso admitirlo, muchos cristianos desconocen o pareciera que han olvidado: Una religión más allá de toda crítica, de origen divino, que expresa La Verdad, el Camino y la Vida y que se funda sobre la fe en un Dios Creador y Trascendente.
Pereciera que en los tiempos actuales afirmarlo nos lleva a ser llamados totalitarios o intolerantes. Quizás por eso quienes deberian recordarnoslo en muchas ocasiones lo callan...
¡Dejemos entonces que nos catequicen estos filósofos ateos! Y, paradojicamente,  valoraremos sin duda más la gracia de ser amados por nuestro Padre, fortalecidos por el Espíritu Santo, cuidados por María, nuestra Madre del Cielo,  y salvados por Nuestro Señor Jesucristo.

 
Filósofos Ateos Catequesis
"Tal es, en esquema, el mundo que la ciencia presenta a nuestra creencia, aunque en realidad tiene aún menos propósito y está más vacío de significado. En tal mundo o en ninguna parte nuestros ideales deben, pues, buscar su nido. Que el hombre es producto de causas que no preveían el fin que estaban realizan­do; que su origen, crecimiento, temores, esperanzas, amores y creencias son el resultado de accidentales  colocaciones de átomos; que no hay fuego, heroísmo, intensidad de pensamiento o sentimiento que pueda conservar una vida individual más allá de la tumba; que los esfuerzos de todas las épocas, toda la devo­ción, inspiración y brillo meridiano del genio del hombre están destinados a la extinción con la muerte del sistema solar, y que todo el  templo de las hazañas humanas inevitablemente debe enterrarse bajo los despojos de un universo en ruinas; todas estas cosas, aunque no sin disputa, son, sin embargo, tan apro­ximadamente ciertas que una filosofía que las niega no puede abrigar esperanzas de subsistencia. Sólo en la armazón de estas verdades, sólo sobre las firmes bases de una inflexible desespe­ranza, desde ahora en adelante podrá construirse con seguridad el habitáculo del alma...
"Breve e impotente es la vida humana. Lenta y segura, la condenación cae inexorable y atroz sobre la especie. Ciega para el bien y para el mal, indiferente ante la destrucción, la materia omnipotente sigue su curso, implacable. Al hombre, condenado hoy a perder a su ser más querido, condenado a  pasar él mismo por la puerta de la muerte, sólo le es permitido abri­gar, antes de que caiga el golpe, los elevados pensamientos que ennoblecen su efímera existencia; desdeñando los cobardes terro­res del esclavo del Destino, venerar el altar que sus  propias manos han construido; inflexible ante el imperio del azar, conservar el espíritu libre de la caprichosa tiranía que gobier­na su vida exterior; desafiando orgullosamente las irresistibles fuerzas que toleran por un momento su conocimiento y su condena­ción,  sostener a solas, cual Atlas cansado e inflexible, el mundo plasmado por sus propios ideales a pesar de la marcha destructora de la fuerza inconsciente"

  
            El único error innato que albergamos, es el de creer que hemos venido al mundo para ser felices. Hay que reconocer que es innato, porque se identifica con nuestra existencia misma... pues no somos más que voluntad de vivir, y lo que entendemos por felicidad es precisamente la satisfacción sucesiva de la voluntad.
            Durante todo el tiempo que este error está adueñado por nosotros, y, sobre todo, si viene a confirmarnos en él dogmas optimistas, el mundo nos  parece lleno de contradicciones. Constantemente, lo mismo en las cosas grandes que en las pequeñas, experimentamos que el mundo y la vida no están hechos para consentir una existencia dichosa. Para el hombre irreflexivo, todo se limita al sentimiento de los dolores reales; mas para el pensador, a los tormentos de la realidad se une una perplejidad teórica. Nos preguntamos por qué, si el mundo y la vida están creado s para que seamos felices, corresponden tan mal a su destino... Forzosamente tenemos que darnos cuenta, por lo tanto, de que todo está dispuesto en la vida para desengañarnos de aquel error primero y convencernos de que el fin de la existencia no es la felicidad. Vista de cerca y sin prejuicios, la vida se nos ofrece como especial y expresamente ordenada para que no seamos felices; toda ella presenta el carácter de algo de lo cual se nos quiere disgustar y apartar, de un error del que debemos desengañarnos, a fin de que nuestro corazón se cure de la sed de gozar y de vivir, y se desvíe del mundo, y en este plan sería más exacto considerar como fin de la vida el dolor en vez de la felicidad... (p. 346)
            Cuando por uno u otro camino volvemos desengañados de este error, que a priori se hizo dueño de nosotros, de este de la existencia, vemos con otra luz todas las cosas y el mundo se nos presenta en armonía, si no con nuestros deseos con la noción que hemos adquirido de él. Las desdichas, los dolores que nos salen al paso, cualesquiera que sean sus proporciones y su índole, pueden hacernos padecer, pero no nos asombran, pues sabemos ya que el dolor y la aflicción tienden a realizar el fin propio de la vida, es decir, a apartar de ella a la voluntad. Y cuando ya el hombre se ha apropiado por completo esta convicción, le proporciona en todas las circunstancias de la vida una calma maravillosa, comparable a la docilidad con que un enfermo soporta los dolores de un largo y penoso tratamiento. Es insensato cerrar los ojos y no querer reconocer la clara revelación de que el verdadero destino de la existencia humana es el dolor; la vida está completamente rodeada por él, y no puede eludirle; entramos en el mundo con lágrimas; el curso de la existencia es trágico las más de las veces, y su término más todavía. Es forzoso ver en esto cierta intencionalidad. (p. 347)
            El dolor es un medio de purificación que, en la mayoría de los casos, basta por sí sólo para santificar al hombre, es decir, para hacerle abandonar el errado camino de la voluntad de vivir. (p. 348)
            Si el dolor tiene por sí esta virtud santificadora, la muerte, que es el mayor de los dolores, deberá tener esa misma virtud y aún en grado más exagerado.
            Positivamente, la muerte es el fin propio de la vida; es la hora en que se cumple aquello para lo cual toda la vida fue preparación y preludio. Es el resultado, el resumen de la vida, una suma que nos da en conjunto la enseñanza que la vida ofrece en las siembras que día por día ha ido haciendo; esta lección es que toda aspiración que se manifiesta en la vida es cosa superflua, vana y contradictoria, y que rechazarla es un paso para la emancipación. La relación que hay entre la lenta vegetación de la plante y su fruto... es semejante a la que media entre la vida con sus dilaciones, sus esperanzas frustradas, sus proyectos fracasados y su dolor perpetuo, y la muerte, que de una vez lo destruye todo, absolutamente todo lo que el hombre quería, y corona así las enseñanzas de la vida. (p. 349)
            Es inútil considerar la existencia como otra cosa más que como un camino errado; toda ella lleva este sello. La salvación consiste en hallar el buen camino...
            El único fin que podemos señalar a la existencia es el de convencernos de que valdría más no existir. Esta es la más importante de todas las verdades y es necesario proclamarla, por contradictoria que sea con las opiniones que dominan actualmente en Europa. En cambio, es reconocida y profesada, lo  mismo hoy que hace mil años, por todo el Oriente no musulmán. (p. 329)
            La muerte es la severa corrección que el orden de la Naturaleza impone a la voluntad de vivir y sobre todo al egoísmo que es inherente a ella; podemos definirla como el castigo del crimen de vivir... es la gran desilusión. La muerte nos dice: eres el fruto de un acto que no debió realizarse y debes morir para borrarlo (p. 316). En el fondo, somos algo que no debería existir; por eso cesamos de existir. El egoísmo consiste esencialmente en que el hombre limita toda la realidad a su yo, puesto que cree vivir solamente en su persona, y no en las demás. La muerte le desengaña suprimiendo esa persona...
Mas por encima de todo esto, la muerte es la gran ocasión que se nos presenta para despojarnos del yo; feliz el que la aprovecha. (p. 317)
            La muerte es el instante que nos libra de la forma especial de una individualidad que no es la esencia de nuestro ser; que es más bien una especie de aberración, nuestra verdadera libertad original nos es devuelta, y este instante puede ser considerado, en la acepción que hemos ya definido antes, como el de una restitutio in integrum. (p. 317)
            La calma y la paz que se dibujan en la faz de la mayoría de los muertos parecen tener este origen. El fin del justo es, por lo general, tranquilo y sereno; pero morir voluntariamente, morir con alegría, morir dichoso, es el privilegio del resignado, de aquel que repudia o niega la voluntad de vivir. Sólo él desea la muerte realmente y no sólo en apariencia; sólo él no necesita la permanencia de su persona ni la requiere. Renuncia voluntariamente a esta existencia, tal como nosotros la conocemos. La que será dada en cambio, a nuestros ojos en la nada... El budismo lo llama Nirvana, que quiere decir extinción. (p. 317)
 Arthur Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”, antología, Ed. Labor, Barcelona.

 Arthur Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”, antología, Ed. Labor, Barcelona.
"J. Elliot.- Se han desprendido del Dios cristiano y creen ahora con mayor razón deber conservar la moral. Es una deducción inglesa, y no quiero censurar por ella a las hembras morales a lo Elliot.
"En Inglaterra, por la más pequeña emancipación de la teolo­gía, hay que recobrar la buena fama perdida, reconquistándola como fanático de la moral, hasta poner espanto. Es la manera de hacer penitencia que usan allí. Nosotros entendemos de otro modo. Si se renuncia a la fe cristiana, se despoja uno al mismo tiempo del derecho a la moral cristiana. Pero eso no es cosa que se entienda por sí sola y hay que explicársela continuamente a los espíritus superficiales, mal que les pese a esos  ingleses. El cristianismo es un sistema, un conjunto de ideas y de opinio­nes acerca de las cosas. Si se arranca de él una parte esencial, la  creencia en Dios, se destruye todo, y no nos queda nada necesario entre los dedos. El cristianismo supone que el hombre no sabe ni puede saber por sí solo lo que es bueno y lo que  es malo; cree que sólo Dios lo sabe. La moral cristiana es un mandamiento, su origen es trascendente, está fuera de toda crítica, de todo derecho a la crítica; no contiene más  que la verdad, suponiendo que Dios sea verdad; vive con la fe en Dios y desaparece con ella.
"Si los ingleses creen saber por sí mismos «intuitivamente» lo que es el bien y el mal; si se figuran, por consiguiente, no necesitar del cristianismo como garantía de la moral, esto no es en realidad más que una consecuencia de la soberanía de la evolución cristiana y una expresión de la fuerza y del arraigo de esa soberanía. Es que el origen de la moral inglesa ha sido olvidado, es que no se ha comprendido la extremada dependencia de su derecho a existir. Para el inglés la moral no es todavía un problema".
Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los Ídolos, Pasatiempos intelectuales, V, Buenos Aires, Sociedad Editora Latino-Americana, 1946, pp. 67-68

SARTRE, El existencialismo es un humanismo

             “Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de cierta manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir ese objeto. Diríamos entonces que en el caso del cortapapel, la esencia -es decir, el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producirlo y definirlo- precede a la existencia; y así está determinada la presencia frente a mí, de tal o cual cortapapel, de tal o cual libro. Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual se puede decir que la producción precede a la existencia”.
 
            “Al concebir un Dios creador, este Dios se asimila la mayoría de las veces a un artesano superior; y cualquiera que sea la doctrina que consideremos, trátese de una doctrina como la de Descartes o como la de Leibniz, admitimos siempre que la voluntad sigue más o menos al entendimiento, o por lo menos lo acompaña, y que Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea. Así el concepto de hombre en el espíritu de Dios es asimilable al cortapapel en el espíritu del industrial; y Dios produce al hombre siguiendo técnicas y una concepción exactamente como el artesano fabrica un cortapapel siguiendo una definición y una técnica. Así el hombre individual realiza cierto concepto que está en el entendimiento divino. En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de Dios es suprimida, pero no pasa lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia...”
 
            “El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. el hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo (...) El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser (...) Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia...”


            “Y cuando se habla de desamparo, expresión cara a Heidegger, queremos decir solamente que Dios no existe, y que de esto hay que sacar las últimas consecuencias. El existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible. Cuando hacia 1880 algunos profesores franceses trataron de construir una moral laica, dijeron más o menos esto: Dios es una hipótesis inútil y costosa, nosotros la suprimimos; pero es necesario, sin embargo, para que haya una moral, una sociedad, un mundo vigilado, que ciertos valores se tomen en serio y se consideren como existentes a priori; es necesario que sea obligatorio a priori que sea uno honrado, que no mienta, que no pegue a su mujer, que tenga hijos, etc., etc.... Haremos por lo tanto un pequeño trabajo que permitirá demostrar que estos valores existen, a pesar de todo, inscritos en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no exista. Dicho en otra forma (...) nada se cambiará aunque Dios no exista; encontraremos las mismas normas de honradez, de progreso, de humanismo, y habremos hecho de Dios una hipótesis superada que morirá tranquilamente y por sí misma. El existencialista, por el contrario, piensa que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener el bien a priori, porque no hay más conciencia infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir; puesto que precisamente estamos en un plano donde solamente hay hombres. Dostoievsky escribe: “Si Dios no existiera todo estaría permitido”. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y en consecuencia el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace (...) El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre.”
 
JEAN PAUL SARTRE, El existencialismo es un humanismo, 1981, Buenos Aires, Ediciones del 80, 14 y ss



 


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