Los siguientes textos seleccionados por el Dr. Emilio Komar para algunas de sus clases nos presentan con impresionante claridad las consecuencias de sostener la negación de la existencia de Dios. Con toda dureza nos muestran estos pensadores no creyentes el vacío, la angustia y el sinsentido de un mundo carente de su Creador. Sus almas en la oscuridad sienten la frustración absoluta. No creen posible en modo alguno abandonar a Dios y caminar felices por la vida como si nada hubiera sucedido.
Independientemente de que no coincida con su escepticismo, si coincido con las conclusiones a las que arriban:: Si Dios no existe, dirá J P Sartre, estamos abandonados, condenados a ser libres, convertidos en un ser para la muerte.En suma si Dios no existiera nuestra vida carecería de sentido. No podemos pasar por la vida sin detenernos a pensar en esto. Nada en este mundo satisface nuestra sed de eternidad e infinito. Y el sentido de nuestra existencia está ligado directamente a la posición que tomemos, en el presente, respecto a Dios y nuestro destino trascendente.
También estos textos nos permiten, haciendo un análisis crítico de los mismos, estar de acuerdo con sus autores en la inconcistencia de defender principios morales heredados del cristianismo como lo son el de solidaridad, justicia social, tolerancia, etc... si rechazamos "la piedra angular". Si no hay Dios, afirmaba Dostoievsky, "todo está permitido" y por lo tanto el mundo se convierte en lo que vemos hoy a nuestro alrededor una jungla donde vence el más fuerte. Pareciera que han llegado los tiempos profetizados por Nietzsche.
Por último creo que nos recuerdan a los cristianos lo que verdaderamente es el cristianismo ( especialmente en el texto de Nietzsche) algo que, aunque sea doloroso admitirlo, muchos cristianos desconocen o pareciera que han olvidado: Una religión más allá de toda crítica, de origen divino, que expresa La Verdad, el Camino y la Vida y que se funda sobre la fe en un Dios Creador y Trascendente.
Pereciera que en los tiempos actuales afirmarlo nos lleva a ser llamados totalitarios o intolerantes. Quizás por eso quienes deberian recordarnoslo en muchas ocasiones lo callan...
¡Dejemos entonces que nos catequicen estos filósofos ateos! Y, paradojicamente, valoraremos sin duda más la gracia de ser amados por nuestro Padre, fortalecidos por el Espíritu Santo, cuidados por María, nuestra Madre del Cielo, y salvados por Nuestro Señor Jesucristo.
Independientemente de que no coincida con su escepticismo, si coincido con las conclusiones a las que arriban:: Si Dios no existe, dirá J P Sartre, estamos abandonados, condenados a ser libres, convertidos en un ser para la muerte.En suma si Dios no existiera nuestra vida carecería de sentido. No podemos pasar por la vida sin detenernos a pensar en esto. Nada en este mundo satisface nuestra sed de eternidad e infinito. Y el sentido de nuestra existencia está ligado directamente a la posición que tomemos, en el presente, respecto a Dios y nuestro destino trascendente.
También estos textos nos permiten, haciendo un análisis crítico de los mismos, estar de acuerdo con sus autores en la inconcistencia de defender principios morales heredados del cristianismo como lo son el de solidaridad, justicia social, tolerancia, etc... si rechazamos "la piedra angular". Si no hay Dios, afirmaba Dostoievsky, "todo está permitido" y por lo tanto el mundo se convierte en lo que vemos hoy a nuestro alrededor una jungla donde vence el más fuerte. Pareciera que han llegado los tiempos profetizados por Nietzsche.
Por último creo que nos recuerdan a los cristianos lo que verdaderamente es el cristianismo ( especialmente en el texto de Nietzsche) algo que, aunque sea doloroso admitirlo, muchos cristianos desconocen o pareciera que han olvidado: Una religión más allá de toda crítica, de origen divino, que expresa La Verdad, el Camino y la Vida y que se funda sobre la fe en un Dios Creador y Trascendente.
Pereciera que en los tiempos actuales afirmarlo nos lleva a ser llamados totalitarios o intolerantes. Quizás por eso quienes deberian recordarnoslo en muchas ocasiones lo callan...
¡Dejemos entonces que nos catequicen estos filósofos ateos! Y, paradojicamente, valoraremos sin duda más la gracia de ser amados por nuestro Padre, fortalecidos por el Espíritu Santo, cuidados por María, nuestra Madre del Cielo, y salvados por Nuestro Señor Jesucristo.
Filósofos
Ateos Catequesis
"Tal es, en esquema, el mundo que la ciencia presenta a
nuestra creencia, aunque en realidad tiene aún menos propósito y está más vacío
de significado. En tal mundo o en ninguna parte nuestros ideales deben, pues,
buscar su nido. Que el hombre es producto de causas que no preveían el fin que
estaban realizando; que su origen, crecimiento, temores, esperanzas, amores y
creencias son el resultado de accidentales
colocaciones de átomos; que no hay fuego, heroísmo, intensidad de
pensamiento o sentimiento que pueda conservar una vida individual más allá de
la tumba; que los esfuerzos de todas las épocas, toda la devoción, inspiración
y brillo meridiano del genio del hombre están destinados a la extinción con la
muerte del sistema solar, y que todo el
templo de las hazañas humanas inevitablemente debe enterrarse bajo los
despojos de un universo en ruinas; todas estas cosas, aunque no sin disputa, son,
sin embargo, tan aproximadamente ciertas que una filosofía que las niega no
puede abrigar esperanzas de subsistencia. Sólo en la armazón de estas verdades,
sólo sobre las firmes bases de una inflexible desesperanza, desde ahora en
adelante podrá construirse con seguridad el habitáculo del alma...
"Breve e impotente es la vida humana. Lenta y segura,
la condenación cae inexorable y atroz sobre la especie. Ciega para el bien y
para el mal, indiferente ante la destrucción, la materia omnipotente sigue su
curso, implacable. Al hombre, condenado hoy a perder a su ser más querido,
condenado a pasar él mismo por la puerta
de la muerte, sólo le es permitido abrigar, antes de que caiga el golpe, los
elevados pensamientos que ennoblecen su efímera existencia; desdeñando los
cobardes terrores del esclavo del Destino, venerar el altar que sus propias manos han construido; inflexible ante
el imperio del azar, conservar el espíritu libre de la caprichosa tiranía que
gobierna su vida exterior; desafiando orgullosamente las irresistibles fuerzas
que toleran por un momento su conocimiento y su condenación, sostener a solas, cual Atlas cansado e
inflexible, el mundo plasmado por sus propios ideales a pesar de la marcha
destructora de la fuerza inconsciente"
Bertrand Russell, El
culto de un hombre libre, en: «Misticismo y Lógica y otros ensayos», Buenos
Aires, Paidós, 1975, pp. 60 ss
El
único error innato que albergamos, es el de creer que hemos venido al mundo
para ser felices. Hay que reconocer que es innato, porque se identifica con
nuestra existencia misma... pues no somos más que voluntad de vivir, y lo que
entendemos por felicidad es precisamente la satisfacción sucesiva de la
voluntad.
Durante
todo el tiempo que este error está adueñado por nosotros, y, sobre todo, si
viene a confirmarnos en él dogmas optimistas, el mundo nos parece lleno de contradicciones.
Constantemente, lo mismo en las cosas grandes que en las pequeñas,
experimentamos que el mundo y la vida no están hechos para consentir una
existencia dichosa. Para el hombre irreflexivo, todo se limita al sentimiento
de los dolores reales; mas para el pensador, a los tormentos de la realidad se
une una perplejidad teórica. Nos preguntamos por qué, si el mundo y la vida
están creado s para que seamos felices, corresponden tan mal a su destino...
Forzosamente tenemos que darnos cuenta, por lo tanto, de que todo está
dispuesto en la vida para desengañarnos de aquel error primero y convencernos
de que el fin de la existencia no es la felicidad. Vista de cerca y sin
prejuicios, la vida se nos ofrece como especial y expresamente ordenada para
que no seamos felices; toda ella presenta el carácter de algo de lo cual se nos
quiere disgustar y apartar, de un error del que debemos desengañarnos, a fin de
que nuestro corazón se cure de la sed de gozar y de vivir, y se desvíe del
mundo, y en este plan sería más exacto considerar como fin de la vida el dolor
en vez de la felicidad... (p. 346)
Cuando
por uno u otro camino volvemos desengañados de este error, que a priori se hizo
dueño de nosotros, de este de la existencia, vemos con otra luz todas las cosas
y el mundo se nos presenta en armonía, si no con nuestros deseos con la noción
que hemos adquirido de él. Las desdichas, los dolores que nos salen al paso,
cualesquiera que sean sus proporciones y su índole, pueden hacernos padecer,
pero no nos asombran, pues sabemos ya que el dolor y la aflicción tienden a
realizar el fin propio de la vida, es decir, a apartar de ella a la voluntad. Y
cuando ya el hombre se ha apropiado por completo esta convicción, le
proporciona en todas las circunstancias de la vida una calma maravillosa,
comparable a la docilidad con que un enfermo soporta los dolores de un largo y
penoso tratamiento. Es insensato cerrar los ojos y no querer reconocer la clara
revelación de que el verdadero destino de la existencia humana es el dolor; la
vida está completamente rodeada por él, y no puede eludirle; entramos en el
mundo con lágrimas; el curso de la existencia es trágico las más de las veces,
y su término más todavía. Es forzoso ver en esto cierta intencionalidad. (p.
347)
El
dolor es un medio de purificación que, en la mayoría de los casos, basta por sí
sólo para santificar al hombre, es decir, para hacerle abandonar el errado camino
de la voluntad de vivir. (p. 348)
Si
el dolor tiene por sí esta virtud santificadora, la muerte, que es el mayor de
los dolores, deberá tener esa misma virtud y aún en grado más exagerado.
Positivamente,
la muerte es el fin propio de la vida; es la hora en que se cumple aquello para
lo cual toda la vida fue preparación y preludio. Es el resultado, el resumen de
la vida, una suma que nos da en conjunto la enseñanza que la vida ofrece en las
siembras que día por día ha ido haciendo; esta lección es que toda aspiración
que se manifiesta en la vida es cosa superflua, vana y contradictoria, y que
rechazarla es un paso para la emancipación. La relación que hay entre la lenta
vegetación de la plante y su fruto... es semejante a la que media entre la vida
con sus dilaciones, sus esperanzas frustradas, sus proyectos fracasados y su dolor
perpetuo, y la muerte, que de una vez lo destruye todo, absolutamente todo lo
que el hombre quería, y corona así las enseñanzas de la vida. (p. 349)
Es
inútil considerar la existencia como otra cosa más que como un camino errado;
toda ella lleva este sello. La salvación consiste en hallar el buen camino...
El
único fin que podemos señalar a la existencia es el de convencernos de que
valdría más no existir. Esta es la más importante de todas las verdades y es
necesario proclamarla, por contradictoria que sea con las opiniones que dominan
actualmente en Europa. En cambio, es reconocida y profesada, lo mismo hoy que hace mil años, por todo el
Oriente no musulmán. (p. 329)
La
muerte es la severa corrección que el orden de la Naturaleza impone a la
voluntad de vivir y sobre todo al egoísmo que es inherente a ella; podemos
definirla como el castigo del crimen de vivir... es la gran desilusión. La
muerte nos dice: eres el fruto de un acto que no debió realizarse y debes morir
para borrarlo (p. 316). En el fondo, somos algo que no debería existir; por eso
cesamos de existir. El egoísmo consiste esencialmente en que el hombre limita
toda la realidad a su yo, puesto que cree vivir solamente en su persona, y no
en las demás. La muerte le desengaña suprimiendo esa persona...
Mas por encima de todo esto, la
muerte es la gran ocasión que se nos presenta para despojarnos del yo; feliz el
que la aprovecha. (p. 317)
La
muerte es el instante que nos libra de la forma especial de una individualidad
que no es la esencia de nuestro ser; que es más bien una especie de aberración,
nuestra verdadera libertad original nos es devuelta, y este instante puede ser
considerado, en la acepción que hemos ya definido antes, como el de una restitutio
in integrum. (p. 317)
La
calma y la paz que se dibujan en la faz de la mayoría de los muertos parecen
tener este origen. El fin del justo es, por lo general, tranquilo y sereno;
pero morir voluntariamente, morir con alegría, morir dichoso, es el privilegio
del resignado, de aquel que repudia o niega la voluntad de vivir. Sólo él desea
la muerte realmente y no sólo en apariencia; sólo él no necesita la permanencia
de su persona ni la requiere. Renuncia voluntariamente a esta existencia, tal
como nosotros la conocemos. La que será dada en cambio, a nuestros ojos en la
nada... El budismo lo llama Nirvana, que quiere decir extinción. (p. 317)
Arthur Schopenhauer, “El mundo como
voluntad y representación”, antología, Ed. Labor, Barcelona.
Arthur Schopenhauer, “El mundo como
voluntad y representación”, antología, Ed. Labor, Barcelona.
"J. Elliot.- Se han desprendido del Dios cristiano y
creen ahora con mayor razón deber conservar la moral. Es una deducción inglesa,
y no quiero censurar por ella a las hembras morales a lo Elliot.
"En Inglaterra, por la más pequeña emancipación de la
teología, hay que recobrar la buena fama perdida, reconquistándola como
fanático de la moral, hasta poner espanto. Es la manera de hacer penitencia que
usan allí. Nosotros entendemos de otro modo. Si se renuncia a la fe cristiana,
se despoja uno al mismo tiempo del derecho a la moral cristiana. Pero eso no es
cosa que se entienda por sí sola y hay que explicársela continuamente a los
espíritus superficiales, mal que les pese a esos ingleses. El cristianismo es un sistema, un
conjunto de ideas y de opiniones acerca de las cosas. Si se arranca de él una
parte esencial, la creencia en Dios, se
destruye todo, y no nos queda nada necesario entre los dedos. El cristianismo
supone que el hombre no sabe ni puede saber por sí solo lo que es bueno y lo
que es malo; cree que sólo Dios lo sabe.
La moral cristiana es un mandamiento, su origen es trascendente, está fuera de toda
crítica, de todo derecho a la crítica; no contiene más que la verdad, suponiendo que Dios sea
verdad; vive con la fe en Dios y desaparece con ella.
"Si los ingleses creen saber por sí mismos
«intuitivamente» lo que es el bien y el mal; si se figuran, por consiguiente,
no necesitar del cristianismo como garantía de la moral, esto no es en realidad
más que una consecuencia de la soberanía de la evolución cristiana y una
expresión de la fuerza y del arraigo de esa soberanía. Es que el origen de la
moral inglesa ha sido olvidado, es que no se ha comprendido la extremada
dependencia de su derecho a existir. Para el inglés la moral no es todavía un
problema".
Friedrich Nietzsche, El
crepúsculo de los Ídolos, Pasatiempos intelectuales, V, Buenos Aires, Sociedad Editora
Latino-Americana, 1946, pp. 67-68
SARTRE, El existencialismo es un
humanismo
“Consideremos
un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un cortapapel. Este objeto ha sido
fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se ha referido al
concepto de cortapapel, e igualmente a una técnica de producción previa que
forma parte del concepto, y que en el fondo es una receta. Así, el cortapapel
es a la vez un objeto que se produce de cierta manera y que, por otra parte,
tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que produjera un
cortapapel sin saber para qué va a servir ese objeto. Diríamos entonces que
en el caso del cortapapel, la esencia -es decir, el conjunto de recetas y
de cualidades que permiten producirlo y definirlo- precede a la existencia;
y así está determinada la presencia frente a mí, de tal o cual cortapapel, de
tal o cual libro. Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual
se puede decir que la producción precede a la existencia”.
“Al
concebir un Dios creador, este Dios se asimila la mayoría de las veces a un
artesano superior; y cualquiera que sea la doctrina que consideremos, trátese
de una doctrina como la de Descartes o como la de Leibniz, admitimos siempre
que la voluntad sigue más o menos al entendimiento, o por lo menos lo acompaña,
y que Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea. Así el concepto de
hombre en el espíritu de Dios es asimilable al cortapapel en el espíritu del
industrial; y Dios produce al hombre siguiendo técnicas y una concepción
exactamente como el artesano fabrica un cortapapel siguiendo una definición y
una técnica. Así el hombre individual realiza cierto concepto que está en el
entendimiento divino. En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la
noción de Dios es suprimida, pero no pasa lo mismo con la idea de que la
esencia precede a la existencia...”
“El
existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no
existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia,
un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este
ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa
aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza
por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El
hombre, tal como tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es
porque empieza por no ser nada. sólo será después, y será tal como se haya
hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla.
el hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él
se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después
de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se
hace. Éste es el primer principio del existencialismo (...) El hombre es ante
todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una
podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay
en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser
(...) Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre
es responsable de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a
todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad
total de su existencia...”
“Y
cuando se habla de desamparo, expresión cara a Heidegger, queremos decir
solamente que Dios no existe, y que de esto hay que sacar las últimas
consecuencias. El existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral
laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible. Cuando hacia
1880 algunos profesores franceses trataron de construir una moral laica,
dijeron más o menos esto: Dios es una hipótesis inútil y costosa, nosotros la
suprimimos; pero es necesario, sin embargo, para que haya una moral, una
sociedad, un mundo vigilado, que ciertos valores se tomen en serio y se
consideren como existentes a priori; es necesario que sea obligatorio a priori
que sea uno honrado, que no mienta, que no pegue a su mujer, que tenga hijos,
etc., etc.... Haremos por lo tanto un pequeño trabajo que permitirá demostrar
que estos valores existen, a pesar de todo, inscritos en un cielo inteligible,
aunque, por otra parte, Dios no exista. Dicho en otra forma (...) nada se
cambiará aunque Dios no exista; encontraremos las mismas normas de honradez, de
progreso, de humanismo, y habremos hecho de Dios una hipótesis superada que
morirá tranquilamente y por sí misma. El existencialista, por el contrario,
piensa que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda
posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener
el bien a priori, porque no hay más conciencia infinita y perfecta para
pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser
honrado, que no haya que mentir; puesto que precisamente estamos en un plano
donde solamente hay hombres. Dostoievsky escribe: “Si Dios no existiera todo
estaría permitido”. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y en
consecuencia el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera
de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. Si en
efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por
referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay
determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte,
Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que
legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros,
en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos
solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está
condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin
embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable
de todo lo que hace (...) El existencialista tampoco pensará que el hombre
puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque
piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa,
pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada
instante a inventar al hombre.”
JEAN PAUL SARTRE, El existencialismo es un humanismo,
1981, Buenos Aires, Ediciones del 80, 14 y ss
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