domingo, 26 de agosto de 2012

PROYECCIÓN DE INTO THE WILD COMENTADA

EL LUNES 3 DE SEPTIEMBRE DE 2012 A LAS 20:30 (EN PUNTO) PROYECTARÉ Y COMENTARÉ LA PELÍCULA INTO THE WILD (HACIA RUTAS SALVAJES) EN EL AULA 259 DEL ED. SAN ALBERTO MAGNO EM UNA CLASE ABIERTA DE 2 AÑO DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES. QUEDAN TODOS INVITADOS.
UCA,PTO. MADERO, ALICIA MOREAU DE JUSTO 1500


Eddie Vedder - Hard Sun

Concierto para órgano y gran orquesta Opus 64 de Strauss.

Cavalleria Rusticana Intermezzo Banda sinfónica de la Ciudad de Buenos A...

Obertura de Nabucco Banda sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires

En la Iglesia San José de Calasanz en el día de su santo patrono la Banda sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires

sábado, 25 de agosto de 2012

In Extremo-Spielmannsfluch

in extremo omnia sol temperat subtitulos en español HD

TENGWAR en EL COLONIAL 1

TENGWAR en EL COLONIAL 2

TENGWAR en EL COLONIAL 4 2012

TENGWAR en EL COLONIAL 5 2012

TENGWAR en EL COLONIAL 6 2012

TENGWAR en EL COLONIAL 7 2012

TENGWAR en EL COLONIAL 8 2012

TENGWAR en EL COLONIAL 9 2012

TENGWAR- BEAR SKIN Folk Open Air 2011

UN POGO GENIAL!!

ARU FIRINNE en EL COLONIAL 3

ARU FIRINNE en EL COLONIAL 2

ARU FIRINNE en EL COLONIAL

lunes, 20 de agosto de 2012

Gracias!!!

Siguiendo a Chesterton coincido plenamente en que la primera filosofía proviene de los cuentos de Hadas y su poder de recordarnos la capacidad de asombro, la existencia de valores universales y trascendentes y la importancia de mantener siempre un "corazón de niño", más allá de los años que se suceden, mientras continuamos nuestro viaje de vuelta a la casa del Padre

jueves, 16 de agosto de 2012

CATEQUESIS DE FILÓSOFOS ATEOS

Los siguientes textos seleccionados por el Dr. Emilio Komar para algunas de sus clases nos presentan con impresionante claridad las consecuencias de sostener la negación de la existencia de Dios. Con toda dureza nos muestran estos pensadores no creyentes el vacío, la angustia y el sinsentido de un mundo carente de su Creador. Sus almas en la oscuridad sienten la frustración absoluta. No creen posible en modo alguno abandonar a Dios y caminar felices por la vida como si nada hubiera sucedido.
Independientemente de que no coincida con su escepticismo, si coincido con las conclusiones a las que arriban:: Si Dios no existe, dirá J P Sartre, estamos abandonados, condenados a ser libres, convertidos en un ser para la muerte.En suma si Dios no existiera nuestra vida carecería de sentido. No podemos pasar por la vida sin detenernos a pensar en esto. Nada en este mundo satisface nuestra sed de eternidad e infinito. Y el sentido de nuestra existencia está ligado directamente a la posición que tomemos, en el presente, respecto a  Dios y nuestro destino trascendente.
También estos textos nos permiten, haciendo un análisis crítico de los mismos, estar de acuerdo con sus autores en la inconcistencia de defender principios morales heredados del cristianismo como lo son el de solidaridad, justicia social, tolerancia, etc... si rechazamos "la piedra angular". Si no hay Dios, afirmaba Dostoievsky, "todo está permitido" y por lo tanto el mundo se convierte en lo que vemos hoy a nuestro alrededor una jungla donde vence el más fuerte. Pareciera que han llegado los tiempos profetizados por Nietzsche.
Por último creo que nos recuerdan a los cristianos lo que verdaderamente es el cristianismo ( especialmente en el texto de Nietzsche) algo que, aunque sea doloroso admitirlo, muchos cristianos desconocen o pareciera que han olvidado: Una religión más allá de toda crítica, de origen divino, que expresa La Verdad, el Camino y la Vida y que se funda sobre la fe en un Dios Creador y Trascendente.
Pereciera que en los tiempos actuales afirmarlo nos lleva a ser llamados totalitarios o intolerantes. Quizás por eso quienes deberian recordarnoslo en muchas ocasiones lo callan...
¡Dejemos entonces que nos catequicen estos filósofos ateos! Y, paradojicamente,  valoraremos sin duda más la gracia de ser amados por nuestro Padre, fortalecidos por el Espíritu Santo, cuidados por María, nuestra Madre del Cielo,  y salvados por Nuestro Señor Jesucristo.

 
Filósofos Ateos Catequesis
"Tal es, en esquema, el mundo que la ciencia presenta a nuestra creencia, aunque en realidad tiene aún menos propósito y está más vacío de significado. En tal mundo o en ninguna parte nuestros ideales deben, pues, buscar su nido. Que el hombre es producto de causas que no preveían el fin que estaban realizan­do; que su origen, crecimiento, temores, esperanzas, amores y creencias son el resultado de accidentales  colocaciones de átomos; que no hay fuego, heroísmo, intensidad de pensamiento o sentimiento que pueda conservar una vida individual más allá de la tumba; que los esfuerzos de todas las épocas, toda la devo­ción, inspiración y brillo meridiano del genio del hombre están destinados a la extinción con la muerte del sistema solar, y que todo el  templo de las hazañas humanas inevitablemente debe enterrarse bajo los despojos de un universo en ruinas; todas estas cosas, aunque no sin disputa, son, sin embargo, tan apro­ximadamente ciertas que una filosofía que las niega no puede abrigar esperanzas de subsistencia. Sólo en la armazón de estas verdades, sólo sobre las firmes bases de una inflexible desespe­ranza, desde ahora en adelante podrá construirse con seguridad el habitáculo del alma...
"Breve e impotente es la vida humana. Lenta y segura, la condenación cae inexorable y atroz sobre la especie. Ciega para el bien y para el mal, indiferente ante la destrucción, la materia omnipotente sigue su curso, implacable. Al hombre, condenado hoy a perder a su ser más querido, condenado a  pasar él mismo por la puerta de la muerte, sólo le es permitido abri­gar, antes de que caiga el golpe, los elevados pensamientos que ennoblecen su efímera existencia; desdeñando los cobardes terro­res del esclavo del Destino, venerar el altar que sus  propias manos han construido; inflexible ante el imperio del azar, conservar el espíritu libre de la caprichosa tiranía que gobier­na su vida exterior; desafiando orgullosamente las irresistibles fuerzas que toleran por un momento su conocimiento y su condena­ción,  sostener a solas, cual Atlas cansado e inflexible, el mundo plasmado por sus propios ideales a pesar de la marcha destructora de la fuerza inconsciente"

  
            El único error innato que albergamos, es el de creer que hemos venido al mundo para ser felices. Hay que reconocer que es innato, porque se identifica con nuestra existencia misma... pues no somos más que voluntad de vivir, y lo que entendemos por felicidad es precisamente la satisfacción sucesiva de la voluntad.
            Durante todo el tiempo que este error está adueñado por nosotros, y, sobre todo, si viene a confirmarnos en él dogmas optimistas, el mundo nos  parece lleno de contradicciones. Constantemente, lo mismo en las cosas grandes que en las pequeñas, experimentamos que el mundo y la vida no están hechos para consentir una existencia dichosa. Para el hombre irreflexivo, todo se limita al sentimiento de los dolores reales; mas para el pensador, a los tormentos de la realidad se une una perplejidad teórica. Nos preguntamos por qué, si el mundo y la vida están creado s para que seamos felices, corresponden tan mal a su destino... Forzosamente tenemos que darnos cuenta, por lo tanto, de que todo está dispuesto en la vida para desengañarnos de aquel error primero y convencernos de que el fin de la existencia no es la felicidad. Vista de cerca y sin prejuicios, la vida se nos ofrece como especial y expresamente ordenada para que no seamos felices; toda ella presenta el carácter de algo de lo cual se nos quiere disgustar y apartar, de un error del que debemos desengañarnos, a fin de que nuestro corazón se cure de la sed de gozar y de vivir, y se desvíe del mundo, y en este plan sería más exacto considerar como fin de la vida el dolor en vez de la felicidad... (p. 346)
            Cuando por uno u otro camino volvemos desengañados de este error, que a priori se hizo dueño de nosotros, de este de la existencia, vemos con otra luz todas las cosas y el mundo se nos presenta en armonía, si no con nuestros deseos con la noción que hemos adquirido de él. Las desdichas, los dolores que nos salen al paso, cualesquiera que sean sus proporciones y su índole, pueden hacernos padecer, pero no nos asombran, pues sabemos ya que el dolor y la aflicción tienden a realizar el fin propio de la vida, es decir, a apartar de ella a la voluntad. Y cuando ya el hombre se ha apropiado por completo esta convicción, le proporciona en todas las circunstancias de la vida una calma maravillosa, comparable a la docilidad con que un enfermo soporta los dolores de un largo y penoso tratamiento. Es insensato cerrar los ojos y no querer reconocer la clara revelación de que el verdadero destino de la existencia humana es el dolor; la vida está completamente rodeada por él, y no puede eludirle; entramos en el mundo con lágrimas; el curso de la existencia es trágico las más de las veces, y su término más todavía. Es forzoso ver en esto cierta intencionalidad. (p. 347)
            El dolor es un medio de purificación que, en la mayoría de los casos, basta por sí sólo para santificar al hombre, es decir, para hacerle abandonar el errado camino de la voluntad de vivir. (p. 348)
            Si el dolor tiene por sí esta virtud santificadora, la muerte, que es el mayor de los dolores, deberá tener esa misma virtud y aún en grado más exagerado.
            Positivamente, la muerte es el fin propio de la vida; es la hora en que se cumple aquello para lo cual toda la vida fue preparación y preludio. Es el resultado, el resumen de la vida, una suma que nos da en conjunto la enseñanza que la vida ofrece en las siembras que día por día ha ido haciendo; esta lección es que toda aspiración que se manifiesta en la vida es cosa superflua, vana y contradictoria, y que rechazarla es un paso para la emancipación. La relación que hay entre la lenta vegetación de la plante y su fruto... es semejante a la que media entre la vida con sus dilaciones, sus esperanzas frustradas, sus proyectos fracasados y su dolor perpetuo, y la muerte, que de una vez lo destruye todo, absolutamente todo lo que el hombre quería, y corona así las enseñanzas de la vida. (p. 349)
            Es inútil considerar la existencia como otra cosa más que como un camino errado; toda ella lleva este sello. La salvación consiste en hallar el buen camino...
            El único fin que podemos señalar a la existencia es el de convencernos de que valdría más no existir. Esta es la más importante de todas las verdades y es necesario proclamarla, por contradictoria que sea con las opiniones que dominan actualmente en Europa. En cambio, es reconocida y profesada, lo  mismo hoy que hace mil años, por todo el Oriente no musulmán. (p. 329)
            La muerte es la severa corrección que el orden de la Naturaleza impone a la voluntad de vivir y sobre todo al egoísmo que es inherente a ella; podemos definirla como el castigo del crimen de vivir... es la gran desilusión. La muerte nos dice: eres el fruto de un acto que no debió realizarse y debes morir para borrarlo (p. 316). En el fondo, somos algo que no debería existir; por eso cesamos de existir. El egoísmo consiste esencialmente en que el hombre limita toda la realidad a su yo, puesto que cree vivir solamente en su persona, y no en las demás. La muerte le desengaña suprimiendo esa persona...
Mas por encima de todo esto, la muerte es la gran ocasión que se nos presenta para despojarnos del yo; feliz el que la aprovecha. (p. 317)
            La muerte es el instante que nos libra de la forma especial de una individualidad que no es la esencia de nuestro ser; que es más bien una especie de aberración, nuestra verdadera libertad original nos es devuelta, y este instante puede ser considerado, en la acepción que hemos ya definido antes, como el de una restitutio in integrum. (p. 317)
            La calma y la paz que se dibujan en la faz de la mayoría de los muertos parecen tener este origen. El fin del justo es, por lo general, tranquilo y sereno; pero morir voluntariamente, morir con alegría, morir dichoso, es el privilegio del resignado, de aquel que repudia o niega la voluntad de vivir. Sólo él desea la muerte realmente y no sólo en apariencia; sólo él no necesita la permanencia de su persona ni la requiere. Renuncia voluntariamente a esta existencia, tal como nosotros la conocemos. La que será dada en cambio, a nuestros ojos en la nada... El budismo lo llama Nirvana, que quiere decir extinción. (p. 317)
 Arthur Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”, antología, Ed. Labor, Barcelona.

 Arthur Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”, antología, Ed. Labor, Barcelona.
"J. Elliot.- Se han desprendido del Dios cristiano y creen ahora con mayor razón deber conservar la moral. Es una deducción inglesa, y no quiero censurar por ella a las hembras morales a lo Elliot.
"En Inglaterra, por la más pequeña emancipación de la teolo­gía, hay que recobrar la buena fama perdida, reconquistándola como fanático de la moral, hasta poner espanto. Es la manera de hacer penitencia que usan allí. Nosotros entendemos de otro modo. Si se renuncia a la fe cristiana, se despoja uno al mismo tiempo del derecho a la moral cristiana. Pero eso no es cosa que se entienda por sí sola y hay que explicársela continuamente a los espíritus superficiales, mal que les pese a esos  ingleses. El cristianismo es un sistema, un conjunto de ideas y de opinio­nes acerca de las cosas. Si se arranca de él una parte esencial, la  creencia en Dios, se destruye todo, y no nos queda nada necesario entre los dedos. El cristianismo supone que el hombre no sabe ni puede saber por sí solo lo que es bueno y lo que  es malo; cree que sólo Dios lo sabe. La moral cristiana es un mandamiento, su origen es trascendente, está fuera de toda crítica, de todo derecho a la crítica; no contiene más  que la verdad, suponiendo que Dios sea verdad; vive con la fe en Dios y desaparece con ella.
"Si los ingleses creen saber por sí mismos «intuitivamente» lo que es el bien y el mal; si se figuran, por consiguiente, no necesitar del cristianismo como garantía de la moral, esto no es en realidad más que una consecuencia de la soberanía de la evolución cristiana y una expresión de la fuerza y del arraigo de esa soberanía. Es que el origen de la moral inglesa ha sido olvidado, es que no se ha comprendido la extremada dependencia de su derecho a existir. Para el inglés la moral no es todavía un problema".
Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los Ídolos, Pasatiempos intelectuales, V, Buenos Aires, Sociedad Editora Latino-Americana, 1946, pp. 67-68

SARTRE, El existencialismo es un humanismo

             “Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de cierta manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir ese objeto. Diríamos entonces que en el caso del cortapapel, la esencia -es decir, el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producirlo y definirlo- precede a la existencia; y así está determinada la presencia frente a mí, de tal o cual cortapapel, de tal o cual libro. Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual se puede decir que la producción precede a la existencia”.
 
            “Al concebir un Dios creador, este Dios se asimila la mayoría de las veces a un artesano superior; y cualquiera que sea la doctrina que consideremos, trátese de una doctrina como la de Descartes o como la de Leibniz, admitimos siempre que la voluntad sigue más o menos al entendimiento, o por lo menos lo acompaña, y que Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea. Así el concepto de hombre en el espíritu de Dios es asimilable al cortapapel en el espíritu del industrial; y Dios produce al hombre siguiendo técnicas y una concepción exactamente como el artesano fabrica un cortapapel siguiendo una definición y una técnica. Así el hombre individual realiza cierto concepto que está en el entendimiento divino. En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de Dios es suprimida, pero no pasa lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia...”
 
            “El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. el hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo (...) El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser (...) Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia...”


            “Y cuando se habla de desamparo, expresión cara a Heidegger, queremos decir solamente que Dios no existe, y que de esto hay que sacar las últimas consecuencias. El existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible. Cuando hacia 1880 algunos profesores franceses trataron de construir una moral laica, dijeron más o menos esto: Dios es una hipótesis inútil y costosa, nosotros la suprimimos; pero es necesario, sin embargo, para que haya una moral, una sociedad, un mundo vigilado, que ciertos valores se tomen en serio y se consideren como existentes a priori; es necesario que sea obligatorio a priori que sea uno honrado, que no mienta, que no pegue a su mujer, que tenga hijos, etc., etc.... Haremos por lo tanto un pequeño trabajo que permitirá demostrar que estos valores existen, a pesar de todo, inscritos en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no exista. Dicho en otra forma (...) nada se cambiará aunque Dios no exista; encontraremos las mismas normas de honradez, de progreso, de humanismo, y habremos hecho de Dios una hipótesis superada que morirá tranquilamente y por sí misma. El existencialista, por el contrario, piensa que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener el bien a priori, porque no hay más conciencia infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir; puesto que precisamente estamos en un plano donde solamente hay hombres. Dostoievsky escribe: “Si Dios no existiera todo estaría permitido”. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y en consecuencia el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace (...) El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre.”
 
JEAN PAUL SARTRE, El existencialismo es un humanismo, 1981, Buenos Aires, Ediciones del 80, 14 y ss



 


miércoles, 15 de agosto de 2012

G. CHESTERTON UNA ÉTICA EN EL PAÍS DE LOS ELFOS (selección)


EL ASOMBRO
«Con frecuencia he sentido deseos de escribir una novela sobre un "yachtman" inglés que erró levemente su ruta y descubrió Inglaterra convencido de haber descubierto una nueva isla en los mares del Sur...
«Probablemente existirá la impresión general de que se sintió muy tonto el hombre que llegó a tierra (armado hasta los dientes y hablando por señas) para plantar la bandera inglesa sobre aquél templo bárbaro que resultó ser el Pabellón de Brighton. No me concierne a mí negar que parecía tonto. Pero si ustedes se imaginan que se sintió tonto, por lo menos que la sensación de tontera fue su única y dominante emoción, significa que no han estudiado con minuciosidad suficiente, la rica naturaleza romántica del héroe de este cuento. Su error fue en verdad un error muy envidiable. Y él lo sabía, si era el hombre que yo imagino.
«¿Qué podría ser más agradable que sentir, simultáneamente y en pocos minutos, todas las fascinadoras angustias del partir, combinadas con toda la seguridad humana de volver a casa?...
«Este, al menos a mi parecer, es el problema principal de los filósofos y en cierta forma, el principal problema de este libro.
«¿Cómo es posible que el mundo nos asombre y al mismo tiempo nos hallemos en él como en nuestra casa?...  
«Mi primera y última filosofía, aquella en la cual creo con fe inquebrantable, la aprendí en la nursery.
«Y vagamente, la aprendí de una niñera... Las cosas en las cuales más creía entonces, las cosas en las cuales más creo ahora, son los llamados "cuentos de hadas". Me parecen ser las cosas más razonables. No son fantasías; comparadas con ellos, otras cosas son las fantásticas... El país de las hadas, no es más que la radiante patria del sentido común...
«Aquí me ocupo en demostrar que la ética y la filosofía vienen alimentándose... con cuentos de hadas.
«Si me ocupara de ellos detalladamente podría mencionar muchos nobles y saludables principios que de ellos provienen. Allí está la caballeresca lección de "Juan el Gigante", según la cual se debe matar a los gigantes porque son gigantescos. Es un motín valiente contra la soberbia. Porque el rebelde es más antiguo que todos los reinos y el Jacobino tiene más tradición que el Jacobita.
«Allí está la lección de la "Cenicienta", que es la misma lección que la del Magnificat: Exultavit humiles.
«Allí está la gran lección de "La Bella y la Bestia", según la cual una cosa debe ser amada ANTES de ser amable.
«Allí está la terrible lección de "La Bella Durmiente", que nos dice cómo la criatura humana al nacer fue regalada con toda clase de bendiciones y no obstante, maldecida con la muerte; y cómo a veces la muerte, puede dulcificarse hasta ser un sueño. Pero no me ocupo de los estatutos aislados del país de los elfos, sino del espíritu de su ley en conjunto; su ley que aprendí antes de saber hablar y recordaré cuando no pueda escribir.
«Me ocupo, de una cierta manera de mirar la vida, creada en mí por los cuentos de hadas, pero que desde entonces, fue humildemente confirmada por los hechos.
«Podría exponerse de este modo: Existen ciertas continuidades o desenvolvimientos (cosas siguiendo a otras cosas) que son razonables, en toda la extensión de la palabra. Que, en toda la extensión de la palabra, son necesarias. Tales son las continuidades matemáticas y lógicas. Nosotros, en el país de las hadas (que son las más razonables de todas las criaturas) admitimos esa razón y esa necesidad. Por ejemplo, si las hermanas feas, son mayores que Cenicienta, es NECESARIO que Cenicienta sea menor que las hermanas feas. No hay otro camino. En torno a ese hecho Haeckel puede hablar todo lo que guste de fatalismo. Si Juan es hijo de un molinero, un molinero es el padre de Juan. La fría razón lo decreta desde su trono impotente: y nosotros en el país de las hadas, nos sometemos. Si tres hermanos pasean a caballo, allí andan complicados seis animales y dieciocho piernas: esto es verdadero racionalismo, y el país de las hadas, rebosa de él. Pero cuando asomo la cabeza por encima del cerco de los elfos y comienzo a estudiar el mundo natural, observo algo extraordinario. Observo que los hombres cultos y con anteojos, hablan de cosas actuales que sucedían, el amanecer, la muerte, etc... como si fueran razonables e inevitables. Hablaban como si el hecho de que los árboles den frutas, fuera tan necesario como el hecho de que dos árboles y un árbol son tres árboles. Pero no es tan necesario. Según la experiencia del país de las hadas, que es la prueba de la imaginación, entre ambas cosas existe una enorme diferencia. No es posible imaginar que dos y uno, no sean tres. Pero fácilmente se imaginan árboles que no dan fruta; o árboles que den candelabros dorados; o árboles de cuyas ramas cuelguen tigres asidos por la cola.
«Esos hombres con anteojos, hablaban de un tal señor Newton que fue golpeado por una manzana y descubrió una ley. Pero esos hombres, no pueden llegar a ver la diferencia que existe entre una ley necesaria, una ley razonable y el mero hecho de una manzana cayendo. Si la manzana golpeó la nariz de Newton, la nariz de Newton golpeó la manzana. Esto es una necesidad cierta: porque no podemos imaginar que ocurra lo uno sin lo otro. Pero podemos concebir muy bien que la manzana no cayera sobre su nariz; podemos imaginarla volando anhelosa por el aire para ir a golpear otra nariz cualquiera hacia la cual sintiera una aversión más definida. En nuestros cuentos de hadas, siempre hemos conservado esta diferencia penetrante entre la ciencia de las relaciones mentales en las cuales existen leyes y la ciencia de los hechos físicos en la cual no existen leyes sino solamente repeticiones extrañas. Creemos en milagros corpóreos, pero no en imposibilidades mentales. Creemos que un tallo de habas trepó hasta el cielo; pero esto no altera nuestras convicciones en la cuestión filosófica de cuántas habas suman cinco.
«Y aquí reside la perfección peculiar de la verdad y el tono de las fábulas infantiles. El hombre de ciencia dice: "corta el cabo y la manzana caerá"; pero lo dice tranquilamente, como si una idea condujera en realidad hacia la otra. La bruja en el cuento de hadas dice: "sopla el cuerno y caerá el castillo del ogro"; pero no lo dice como si hubiera algo por lo cual evidentemente el efecto proviniera de la causa. Sin duda dio ese mismo consejo a muchos campeones y ha visto caer muchos castillos, pero no pierde su aire expectante ni su razón. No hurga en su cabeza hasta imaginar una conexión mental necesaria entre el cuerno y el castillo tambaleante. Pero los científicos hurgan en sus cabezas hasta imaginar una conexión mental entre la manzana abandonando el árbol y la manzana llegando al suelo. Hablan como si realmente hubieran descubierto no solo una cantidad de hechos maravillosos, sino una verdad que conecta entre sí esos hechos. Hablan como si la conexión física de dos cosas extrañas las conectara también filosóficamente. Sienten que por el hecho de que una cosa incomprensible constantemente siga a otra cosa incomprensible, de algún modo las dos forman algo comprensible. Dos jeroglíficos negros formando una respuesta blanca...
«Una ley implica que conozcamos la naturaleza de su generalización y de su establecimiento, no que tengamos sólo una vaga idea de sus efectos. Si existe una ley, según la cual los rateros deben ir a la cárcel, implica que hay una conexión mental imaginable entre la idea de prisión y la idea de ratería y sabemos cuál es la idea. Podemos explicar por qué privamos de libertad a un hombre que se toma libertades. Pero no podemos decir por qué un huevo pudo convertirse en pollo, del mismo modo que no podemos decir por qué un oso pudo convertirse en príncipe. Como ideas, la de huevo y la de pollo, son más remotas entre sí que la de oso y la de príncipe, porque en sí, no hay huevos con aspecto de pollo mientras que hay príncipes con aspecto de oso.
«Concedido que existen ciertas transformaciones, es esencial que las consideremos desde el punto de vista filosófico de los cuentos de hadas y no la antifilosófica manera de la ciencia y de las "Leyes de la Naturaleza". Cuando nos pregunten por qué los huevos se convierten en aves y por qué los frutos caen en otoño, debemos contestar exactamente como le contestaría el hada madrina a Cenicienta, si ésta le preguntara por qué los ratones se convierten en caballos y sus vestidos desaparecían al dar media noche.
«Debemos contestar que es magia. No es una ley, porque no entendemos su fórmula general. No es una necesidad, porque a pesar de dar prácticamente por descontado que esas cosas suceden, no tenemos derecho a decir que siempre han de suceder. El hecho de que contemos con el curso ordinario de los acontecimientos no es argumento suficiente para fundar la inmutabilidad de una ley. Y no contamos con el curso ordinario de las cosas, sino que apostamos sobre él... Las únicas palabras que siempre me satisficieron para describir la Naturaleza, son las empleadas en los libros de cuentos de hadas, tales como "encanto", "hechizo", "encantamiento", expresan la arbitrariedad del hecho y de su misterio. Un árbol da frutas porque es un árbol mágico. El agua cae de la montaña porque está embrujada. El sol brilla porque está encantado...
«Sin embargo, este asombro no es una mera fantasía derivada de los cuentos de hadas; al contrario, de él deriva todo el fuego de los cuentos de hadas. Así como a todos nos gustan los cuentos de amor, porque hay en ellos un instinto de sexo, a todos nos gustan las fábulas asombrosas porque tocan la fibra del antiguo instinto de asombro. Esto lo prueba el hecho de que cuando somos muy niños, no necesitamos cuentos de hadas; solamente necesitamos cuentos. La vida resulta bastante interesante. Un chico de siete años se entusiasma, si le dicen que Tomás abrió una puerta y vio un dragón. Pero un chico de tres años, se entusiasmará si le dicen que Tomás abrió una puerta. A los chicos les gustan los cuentos románticos; pero a los bebés les gustan los cuentos realistas, porque los encuentran románticos. En realidad, un bebé, pienso que aproximadamente, es la única persona que puede leer una novela realista moderna, sin aburrirse.
«Esto prueba que aún las fábulas infantiles sólo son eco de un sobresalto casi pre-natal, de interés y de asombro. Estas fábulas dicen que las manzanas son doradas, con el único fin de resucitar el momento olvidado en que descubrimos que eran verdes. Dicen que corren ríos de vino, para recordarnos por un loco momento, que corren ríos de agua... Todo lo que llamamos espíritu, y arte y éxtasis, significa que solamente por un magnífico instante, recordamos que habíamos olvidado.
«El asombro tiene un positivo elemento de alabanza. Este es el próximo mojón que hemos de pasar para hallarnos definitivamente resueltos en nuestro camino a través del país de las hadas. En el próximo capítulo hablaré del aspecto intelectual del optimismo y del pesimismo; tanto cuanto tengan uno. Aquí sólo trato de describir las enormes emociones que no pueden ser descritas. Y la emoción más fuerte de la vida, fue tan hermosa como desconcertante.
«Fue un éxtasis porque fue una aventura; fue una aventura porque fue una oportunidad. La bondad de los cuentos de hadas no se afectó porque en ellos pueden haber más dragones que princesas; ya era bondad figurar en un cuento de hadas. La prueba de toda felicidad es la gratitud; y me siento agradecido, pese a no saber a quién.
«Los niños están agradecidos a Santa Claus, cuando llena sus medias de juguetes y dulces. ¿Podría no estar agradecido a Santa Claus cuando ha llenado mis medias con dos piernas milagrosas? Agradecemos a la gente regalos de cumpleaños como cigarros y zapatillas.
«¿Puedo no agradecer a nadie el regalo de cumpleaños de mi nacimiento?
«Estas convicciones subconscientes se manifiestan mejor con el colorido y el tono de ciertos cuentos. Por eso dije que solamente las historias de magia pueden expresar mi sensación de que la vida no es sólo un placer sino también una especie de privilegio excéntrico. Puedo expresar esa otra sensación de la confortable intimidad del cosmos, refiriéndome a otro libro, siempre leído en la infancia "Robinson Crusoe"... Crusoe es un hombre, recién evadido del mar que se ha instalado sobre un peñasco con unas pocas comodidades. Lo más lindo del libro es la enumeración de las cosas salvadas del naufragio. El más grande de los poemas es un inventario. Cada utensilio de cocina se convierte en el utensilio ideal, porque Crusoe pudo haberlo dejado caer al mar. Es un buen ejercicio para las horas ingratas o vacías del día, mirarlo todo y pensar cuán feliz uno puede sentirse de haberlo salvado del barco zozobrante y llevado luego a la isla solitaria.
«Y es mejor aún el ejercicio de recordar cómo todo se salvó por un pelo: cada cosa que tenemos se salvó de un naufragio. Cada hombre ha tenido una horrible aventura: como un oculto nacimiento fuera del tiempo: él, no era; igual que los niños que nunca llegan a luz. En mi infancia se hablaba mucho de hombres de genio disminuido o arruinados; y era común decir de muchos de ellos que eran: "Grandes pudieron ser". Para mí es un hecho más cierto y sorprendente que cualquier hombre que cruzó por la calle es un: "Grande pudo no haber sido".
«Pero aunque parezca tonto, realmente sentí como si el orden y el número de las cosas, fueran los románticos restos del barco de Crusoe. Que haya dos sexos y un sol, era como que hubieran allí dos armas de fuego y un hacha. Era absolutamente urgente que ninguna de esas cosas se perdiera; pero en cierta forma era bastante extraño, que a esas, no se pudiera agregar ninguna. Los árboles y los planetas parecían cosas salvadas del naufragio; y cuando vi al Matterhorn me alegré de que no hubiera sido olvidado en la confusión del momento. Me sentí económico con las estrellas, como si fueran zafiros (y así las llama Milton en el Paraíso); me sentí avaro con las montañas. Porque el universo es todo, una sola joya y si es natural en sentido figurado, decir inapreciable e incomparable a una joya, decirlo de esta joya sería literalmente exacto. Este cosmos ciertamente es sin par y sin precio: porque no existe otro. Así concluye con una imperfección inevitable este intento de decir lo indecible. Esta es mi ulterior posición frente a la vida; los surcos para la simiente de la doctrina; lo que pensé en cierta forma obscura antes de poder escribir, lo que sentí antes de poder pensar. Los resumo ahora para luego proseguir más fácilmente.
«Sentí en mis huesos, primero, que este mundo no se explica a sí mismo. Puede ser un milagro como una explicación sobrenatural; puede ser el truco de un hechizo con una explicación natural. Pero en la explicación del conjuro, si ha de satisfacerme, tiene que ser mejor que las explicaciones naturales que ya he oído. Falsa o cierta, la cosa es de magia. Segundo, llegué a sentir que la magia tenía un significado, y un significado debe tener alguien que lo signifique. En el mundo, había algo personal como una obra de arte. Lo que significara aquello, lo significaba violentamente. Tercero, hallé hermoso su objeto y sus designios, pese a tener defectos, como serían por ejemplo los dragones.
«Cuarto, comprendí que la forma adecuada de agradecerlo, es tener una especie de humildad y restricción: debemos agradecer a Dios la cerveza y el Borgoña, no bebiéndolos en exceso. Debemos también obediencia, a quienquiera nos haya hecho. Y finalmente, y lo mas extraño, vino a mi mente una vaga y vasta impresión de que en cierto modo, todo bien era un remanente a almacenar y a conservar como sagrado; un remanente salvado de la primera ruina. El hombre ha salvado su bien como Crusoe salvó sus bienes: los ha salvado de un naufragio. Todo eso sentí, y los años me dieron valor para sentirlo. Y en todo ese tiempo, no había ni siquiera pensado en la teología Cristiana.»
G. K. Chesterton, Ortodoxia, La ética en el país de los elfos.

LA LLUVIA Y EL RINOCERONTE THOMAS MERTON


Déjenme decir esto antes de que la lluvia se vuelva un servicio público que ellos puedan planificar y distribuir por dinero. Con "ellos" me refiero a los incapaces de entender que la lluvia es un festival, gente que no aprecia su gratuidad, pensando que lo que no tiene precio carece de valor y que lo que no puede venderse no es real, de tal modo que para que algo sea verdadero resulta preciso colocarlo en el mercado. Vendrá un tiempo en el cual te venderán hasta tu propia lluvia. Por el momento es gratis todavía, y estoy en ella. Celebro su gratuidad, y su carencia de significado.
Esta lluvia en la cual estoy no es como la lluvia de las ciudades. Llena los bosques con un sonido inmenso y perplejo, Cubre el techo plano de la cabaña y su galería con ritmos persistentes y regulados. Y la escucho, porque me recuerda una y otra vez que todo el mundo anda en base a ritmos que aún no han aprendido a reconocer, ritmos que no son los de una maquinaria.
Anoche subí aquí desde el monasterio, chapaleando por el maizal, dije Vísperas, y para cenar puse algo de avena en la lámpara Coleman. Hirvió hasta desbordarse mientras yo escuchaba la lluvia y tostaba un pedazo de pan en el fuego de leña. La noche se volvió muy oscura. La lluvia rodeó toda la cabaña con su mito inmensamente virginal, un mundo entero de significado, de secreto, de silencio, de rumor. Piénsenlo: ¡Todo ese discurso chorreante, no vendiendo nada, no juzgando a nadie, empapando la espesa alfombra de hojas muertas, remojando los árboles, llenando de agua las zanjas y quebradas del bosque, lavando esas laderas que el hombre ha desnudado! ¡Qué gran cosa es sentarse absolutamente solo, en el bosque, de noche, mimado por este idioma maravilloso, ininteligible e inocente hasta la perfección, la lengua más alentadora del mundo una charla que la lluvia establece encima de los cerros y la conversación de los arroyos en todas las cañadas!
Nadie la inició, nadie va a detenerla. Esta lluvia continuará hablando todo lo que quiera. Mientras lo haga, seguiré escuchándola.
Pero también voy a dormir, pues aquí en este descampado he aprendido cómo dormir de nuevo. Aquí no soy un forastero. Conozco los árboles, conozco la noche, conozco la lluvia. Cierro los ojos e instantáneamente me hundo en todo un mundo lluvioso del cual soy parte, y el mundo prosigue conmigo en él, ya que no le resulto extraño. Soy extraño a la barahúnda de las ciudades, de las muchedumbres, a la avaricia de una maquinaria que no duerme, al zumbido del poder que devora la noche. Me resulta imposible dormir donde se menosprecia la lluvia, la luz solar y la tiniebla. No confío en nada que haya sido manufacturado para sustituir el clima del bosque o praderas. No puedo confiar en sitios donde el aire es primero descompuesto y luego depurado, donde primero envenenan el agua y después la purifican con otros venenos. No existe en el mundo de los edificios nada que no sea fabricado, y si por equivocación un árbol se mete en las casas de departamentos, se le enseña a crecer químicamente. Se le da una razón precisa para existir. Le cuelgan un cartel que dice: por la salud, la belleza, la perspectiva. que es por la paz, la prosperidad; que fue plantado por la hija del intendente. Todo esto es mistificación. La mismísima ciudad vive su propio mito. En vez de despertar y existir silenciosamente, la gente de la ciudad prefiere un sueño caprichoso y fabricado; a ellos no les importa ser parte de la noche, o ser meramente del mundo. Han edificado un mundo, contra el mundo, un mundo de ficciones mecánicas que desprecia la naturaleza y sólo busca sacar provecho de ella, impidiendo así que ella y el hombre se renueven.
Por supuesto que el festival de la lluvia no puede detenerse, ni siquiera en la ciudad. La mujer de la despensa se escabulle por la acera con un diario sobre su cabeza. Las calles, lavadas súbitamente, se vuelven transparentes y cobran vida, y el ruido del tráfico se convierte en un chapoteo de fuentes. Uno casi podría pensar que el hombre urbano, bajo el chaparrón, tendría que tomar en cuenta a la naturaleza en su humedad y frescura, su bautismo y su renovación. Pero la lluvia no trae renovación a la ciudad, sino apenas para el clima del día siguiente, y el destello de las ventanas en altos edificios no tendrá entonces nada que ver con el nuevo cielo. Toda realidad permanecerá entre esos muros, en algún rincón, contándose y vendiéndose con una determinación fantásticamente compleja. Entretanto, los obsesionados ciudadanos se sumergen en la lluvia soportando la carga de sus obsesiones, levemente más vulnerables que antes, pero todavía captando muy escasamente las realidades externas. No ven que las calles brillan hermosamente, que ellos mismos están caminando sobre estrellas y agua, que van corriendo sobre cielos para alcanzar un ómnibus o un taxi, para protegerse de algún modo comprimidos por humanos irritados, los rostros de los avisos y el ruido opaco, cretino, de una música no identificada. Pero deben saber que allí afuera hay humedad. Tal vez hasta la sientan. Yo no podría decirlo. Sus quejas son mecánicas y carecen de aliento.
Naturalmente, nadie puede creer las cosas que ellos dicen acerca de la lluvia. Todo implica una mentira básica: solamente la ciudad es real. Ese tiempo, al no haber sido planeado, no estando fabricado, es una impertinencia, es un quiste en el rostro del progreso. (Apenas una sencilla operacioncita y todo ese despilfarro podría volverse relativamente tolerable. Que el comercio haga lluvia. Esto le daría significación).
Thoreau se sentaba en su cabaña y criticaba al ferrocarril. Yo me siento en la mía y cavilo sobre un mundo que, bueno, ha progresado. Debo leer Walden otra vez, y ver si Thoreau ya conjeturaba que él mismo era parte de lo que pensaba poder eludir. Pero no se trata de escapar. Ni siquiera es cuestión de protestar muy alto. La tecnología está acá, aún en la cabaña. Es cierto, la línea de la usina no está aquí todavía, por lo tanto tampoco ha llegado la General Electric. Cuando la usina y la General Electric entren tomadas de la mano a mi cabaña no será culpa de nadie, excepto la mía. Lo admito. A nadie trato de engañar, ni siquiera a mi mismo. Sufriré en silencio su fanfarronada y sus complacencias paternalistas. Les dejaré creer que saben lo que estoy haciendo acá.
Están convencidos de que me estoy divirtiendo.
Esto ya me lo hizo ver de un golpe mi linterna Coleman. Hermosa lámpara: quema gas blanco y canta defectuosamente, pero emite una fantástica luz verde con la que leo a Filoxenes, un ermitaño sirio del siglo sexto. Filoxenes encaja con al lluvia y el festival nocturno. Más sobre esto volveré dentro de un rato. Entretanto: ¿Qué me dice mi farol Coleman? (La filosofía Coleman viene impresa en la caja de cartón que, con remordimiento, no he barnizado como se requería, sino que tiré en la leñera detrás de los troncos de nogal). Coleman dice que la luz es buena, por esta razón: "Estira los días dando más horas de goce".
¿No puedo estar en los bosques sin alguna razón especial? ¡Estar en el bosque, de noche, en la cabaña, es algo demasiado excelente para justificarlo o explicarlo! Meramente es. Siempre hay algunos pocos que están en el bosque de noche, bajo la lluvia (porque si no los hubiera el mundo ya se habría terminado), y yo soy uno de ellos. No nos estamos divirtiendo, no estamos teniendo algo, no estamos estirando nuestros días, y si nos divirtiéramos ello no sería medido por horas. Aunque por cierto la diversión parece ser eso: un estado de excitación difusa que puede medirse con el reloj y estirarse con un artefacto.
No hay reloj capaz de medir el coloquio de esta lluvia que cae durante toda la noche en el monte anegado y solitario.
Por supuesto, a las tres y media de la madrugada pasa el avión del Comando Aéreo Estratégico, con su luz roja parpadeando, bajo las nubes, peinando las cumbres arboladas en el costado sur del valle, cargado con medicina poderosa. Muy fuerte. Lo suficiente como para calcinar todos estos bosques y nuestras horas de diversión hasta las eternidades.
Y ello me trae a Filoxenes, un sirio que se divertía en el siglo sexto, sin el beneficio de los artefactos y menos aún de disuasivos nucleares.
Filoxenes, en su novena memra (sobre la pobreza) a quienes viven en soledad, expresa que no hay explicación ni justificación para la vida solitaria, puesto que carece de ley. Ser un contemplativo, por lo tanto, es ser un fuera de la ley. Como lo fue Cristo. Como lo fue Pablo.
Quien no esté solo, dice Filoxenes, no ha descubierto su identidad. Parecería estar solo, tal vez se experimenta cono individuo. Pero al hallarse voluntariamente encasillado limitado por las leyes y las ilusiones de la existencia colectiva, no tiene más identidad que un nonato en el vientre. Aún no es consciente. Es un forastero de su propia verdad. Posee sentidos, pero no puede usarlos. Tiene vida, pero no identidad. Para tener identidad, tiene que despertar, y percibir. Pero para despertar, tiene que aceptar la vulnerabilidad y la muerte. No por ellas mismas: tampoco por estoicismo o desesperación. Sino únicamente por la invulnerable realidad interior que no podemos reconocer (que solamente podemos ser), pero a la cual despertamos recién cuando vemos la irrealidad de nuestra vulnerable corteza. El descubrimiento de este ser interior es un acto y una afirmación de la soledad.
Ahora bien, si tomamos nuestra corteza vulnerable como nuestra identidad verdadera, si pensamos que nuestra máscara es nuestra cara verdadera, la protegeremos con fabricaciones aunque ello nos cueste violar nuestra propia verdad. Tal parece ser el propósito colectivo de la sociedad: cuanto más se dedican a ello los hombres, más certeramente se vuelve una ilusión colectiva. hasta que al final tenemos la dinámica enorme, obsesiva e incontrolable de las fabricaciones diseñadas para proteger meras identidades ficticias. Es decir, sujetos considerados como objetos. Sujetos que pueden dar un paso atrás y verse a sí mismos divirtiéndose (una ilusión que les calma con la impresión de ser reales).
Tal es la ignorancia que se toma como fundamento axiomático de todo conocimiento en la colectividad humana: a fin de experimentarse a sí mismo como real uno tiene que suprimir su conciencia de ser incidental, su irrealidad, su estado de carencia radical. Esto se logra elaborando una percepción de uno mismo como alguien que no tiene necesidades que no pueda satisfacer de inmediato. Básicamente, se trata de una ilusión de omnipotencia: una ilusión que la colectividad se adjudica a sí misma, y que acepta compartir con sus miembros individuales de modo proporcional según se sometan a sus fabricaciones más centralizadas y más rígidas.
Uno tiene necesidades, pero si se porta bien y se conforma, puede tener una proporción del poder colectivo. Entonces podrá saciar todas sus carencias. entretanto, a fin de poder incrementar su poder sobre uno, la colectividad aumenta sus necesidades. También estrecha su reclamo de conformismo. De este modo, uno se compromete más y más con la ilusión colectiva de manera proporcional, según se vaya endeudando sin esperanzas con el poder colectivo.
¿Cómo funciona tal cosa? La colectividad instruye y modela tu voluntad de felicidad ("diviértete") brindándote imágenes irresistibles de vos mismo como te gustaría ser: divirtiéndote de un modo tan perfectamente creíble que no permite interferencias de dudas conscientes. Teóricamente, semejante diversión puede ser tan convincente que uno ya no percibe siquiera una remota posibilidad de que se vuelva algo menos gratificante. En la práctica, una diversión costosa siempre admite una duda, que desemboca en otra necesidad mayor, que por su parte exige una satisfacción todavía más creíble y más costosamente refinada, que de nuevo vuelve a fallarte. El ciclo concluye en la desesperación.
Dado que vivimos en el vientre de la ilusión colectiva, nuestra libertad resulta abortada. Nuestro potencial para el goce, la paz y la libertad jamás es liberado. Jamás puede utilizarse. Somos prisioneros de un proceso, una dialéctica de promesas falsas y decepciones reales que culminan en la futilidad.
Dice Filoxenes:"El niño nonato es ya perfecto y se halla plenamente constituido en su naturaleza con todos sus sentidos y miembros, pero no puede utilizarlos en sus funciones naturales. Porque en el vientre no le es posible fortalecerlos o desarrollarlos para tal uso".
Ahora bien, dado que a todas la cosas les llega su tiempo, hay un periodo para el nonato. Claro está, debemos comenzar en el vientre social. En el mito colectivo hay un tiempo para la calidez. Pero llega el momento de nacer. Quien nace espiritualmente como una identidad madura, queda liberado del vientre aprisionante del mito y del prejuicio. Aprende a pensar por sí mismo, no guiado ya por los dictados de la necesidad y por los sistemas y procesos diseñados para crear necesidades artificiales que luego serán satisfechas.
Esta emancipación puede tener dos formas: inicialmente, la de la vida activa, que se libera del sometimiento a la necesidad considerando y atendiendo las necesidades de los otros, sin ideas de interés personal o compensación. Y segundo, la vida contemplativa, que no debe construirse como una fuga del tiempo y la materia, de la responsabilidad social y de la vida de los sentidos, sino más bien como un avance hacia la soledad y el desierto, una confrontación con la pobreza y la variedad, una renuncia al Yo empírico, en presencia de la muerte y la nada, a fin de superar la ignorancia y el error que surgen del miedo a no ser nada. El hombre que osa estar solo puede llegar a ver que el vacío y la inutilidad que la mente colectiva teme y condena son condiciones fundamentales para el encuentro con la verdad.

Es en el desierto de la soledad y la vaciedad que el miedo a la muerte y la necesidad de autoafirmacion se descubren como ilusorios. Cuando esto se ve de frente, la angustia no es necesariamente vencida, pero puede aceptarse y comprenderse. Así en el corazón de la angustia se hallan los dones de la paz y la comprensión: no simplemente en la iluminación y la liberación personales, sino mediante el compromiso y la afinidad, ya que el contemplativo debe asumir la angustia universal y su ineludible condición de hombre mortal. El solitario, lejos de confinarse en sí mismo, se vuelve cada hombre. Habita en la soledad, la pobreza, la indigencia de todo hombre.
Es en ese sentido que el ermitaño, según Filoxenes, imita a Cristo. Pues en Cristo, Dios toma para Sí la sociedad y el desamparo del hombre: todo hombre. Desde el instante en que Cristo se fue al desierto para ser tentado, la soledad, la tentación y el hambre de cada hombre se volvieron la soledad, la tentación y el hambre de Cristo. Pero en cambio, el don de la verdad con que Cristo disipó los tres tipos de ilusión ofrecidos en su tentación (seguridad, prestigio y poder) puede convertirse en nuestra propia verdad, solo si podemos aceptarlo. También se nos ofrece en la tentación. Dijo Filoxenes: "Ve tú al desierto sin llevar contigo nada del mundo, y contigo irá el Espíritu Santo. Mira la libertad con que Jesús se fue y vete como El; mira dónde ha dejado las reglas del hombre; deja las reglas del mundo donde El dejó la ley y sal con El a combatir el poder del error".
¿Y dónde se encuentra el poder del error? Después de todo hallamos que no estaba en la ciudad, sino en nosotros mismos.

Hoy en día, las reflexiones de un Filoxenes han de buscarse menos en los tratados de los teólogos que en las meditaciones de los existencialistas y en el Teatro del Absurdo. El problema de Berenger, en el Rinoceronte de Ionesco, es el problema de la persona humana desamparada y sola en lo que amenaza volverse una sociedad de monstruos. En el siglo sexto Berenger tal vez se habría ido al desierto de Escitia, sin preocuparse demasiado porque todos sus conciudadanos, todos sus amigos y hasta su novia Margarita se han convertido en rinocerontes.
Hoy el problema es que ya no quedan desiertos, solamente hay bungalows para turistas.
Las islas desiertas son sitios donde los perversos personajes infantiles de El Señor de las Moscas se topan cara a cara con el Señor de las Moscas, constituyen una pequeña, hermética y feroz colectividad de rostros pintarrajeados, y se arman con lanzas para cazar al último componente de su grupo que todavía recuerda nostálgicamente las posibilidades del debate racional.
Cuando Berenger descubre repentinamente que es el último humano en un rebaño de rinocerontes, se mira al espejo y dice humildemente: "Después de todo, el hombre no es tan malo como parece, ¿verdad?". Pero su mundo ahora se estremece fuertemente con la estampida de sus metamorfoseados congéneres, y pronto se da cuenta que la mismísima estampida es el más elocuente y trágico de todos los argumentos. Pues cuando considera el salir a la calle "para tratar de convencerlos", se da cuenta de que "tendría que aprender su lenguaje". observándose en el espejo, nota que ya no se parece a nadie. busca enloquecido una foto de la gente como era antes del gran cambio. Pero ahora la humanidad misma se ha vuelto increíble, así como horripilante. Ser el último humano en un rebaño de rinocerontes resulta, de hecho, ser un monstruo.
Ese es el problema en que nos sitúa Ionesco con su trágica ironía: la soledad y el discernimiento se vuelven cada vez y más imposibles, más y más absurdos. Que Berenger acepte finalmente su absurdo y corra a desafiar a todo el rebaño, solamente remarca la futilidad de un compromiso con la rebelión. Al mismo, con Le Nouvel Locatarie (El Nuevo Inquilino), Ionesco pinta el absurdo de un individualismo lógicamente coherente que, de hecho, es un auto-aislamiento mediante la seudo-lógica de necesidades y posesiones en proliferación.
Ionesco se quejó porque la producción de Rinoceronte en Nueva York se encaró como una farsa: la llamó un malentendido absoluto. Se trata de una pieza no solamente contra el conformismo sino sobre el totalitarismo. El rinoceronte no es una bestia amable, y teniéndole cerca se acaba la diversión y las cosas se ponen serias. Todo tiene que tener sentido y ser totalmente útil para el operativo absolutamente obsesivo. Al mismo tiempo, Ionesco fue criticado por no darle al público "algo positivo" para llevárselo consigo, en vez de solamente rechazar la aventura humana. (Presumiblemente, la rinoceritis ¡es lo último en aventuras humanas!). Respondió: "Ellos (los espectadores) se van vacíos, y esa era mi intención. ¡El oficio de un hombre libre es salirse de este vacío mediante su propio poder y no con el poder de otra gente!" En esto Ionesco se aproxima mucho al Zen y al eremitismo cristiano.
"En todas las ciudades del mundo es lo mismo", dice Ionesco. "El hombre universal y moderno es el hombre apresurado (o sea, el rinoceronte), un hombre carente de tiempo, prisionero de la necesidad, incapaz de entender que una cosa podría no tener utilidad; y menos comprender que, en el fondo, lo útil podría ser una carga inservible y deslomadora. Si no se entiende la utilidad de lo inútil y la inutilidad de lo útil, no puede entenderse el arte. Y un país donde el arte es incomprendido es un país de esclavos y de robots" (Notes et Contre Notes, pág. 129). La rinoceritis, añade, es la enfermedad que se encuentra al acecho "de quienes han perdido el sentido y el gusto por la soledad".
El amor a la soledad es a veces condenado como "un odio a nuestro prójimo". ¿Es esto verdad? Si llevamos más lejos nuestro análisis del pensamiento colectivo, encontramos que la dialéctica del poder y la necesidad de la sumisión y la satisfacción terminan siendo una dialéctica del odio. El colectivismo necesita no sólo absorber a todo el que pueda, sino también implícitamente odiar a todo el que no es posible absorber. Paradógicamente, una de las necesidades del colectivismo es excluir a ciertas clases, o razas, o grupos, para reforzar su propia conciencia de sí mismo, odiándolos en vez de absorverlos.
Así, el solitario no puede sobrevivir, a menos que sea incapaz de amar a todos, sin preocuparle el hecho de que posiblemente todos lo considerarán un traidor. Solamente el hombre que ha alcanzado plenamente su propia identidad espiritual puede vivir sin la necesidad de matar, y sin la necesidad de una doctrina que le permita hacerlo con buena conciencia. Siempre habrá un lugar, dice Ionesco, "para esas conciencias que se han alzado a favor de la conciencia universal" así como contra la mente masificada. Pero su lugar es la soledad. No tienen otro. Por eso es el solitario (sea en la ciudad o en el desierto) quien le hace a la humanidad el inestimable favor de recordarle su genuina capacidad de madurez, libertad y paz.
Para mi suena mucho a lo que dice Filoxenes.
Y suena como lo que dice la lluvia. Soportamos todavía esta carga de ilusión porque no osamos soltarla. Sufrimos todas las necesidades que la sociedad nos exige sufrir, porque si no tenemos tales necesidades perdemos nuestra utilidad en la sociedad -la utilidad de los tontos y los engañados-. Tememos estar solos y ser nosotros, para recordarles así a los demás la verdad que los habita.
"No os haré ricos como para que tengáis necesidad de muchas cosas", dice Filoxenes (poniendo estas palabras en labios de Cristo), "pero os haré ricos verdaderos que no tienen necesidad de nada. Ya que no es rico el que tiene muchas posesiones, sino el que no tiene necesidades". obviamente, siempre tendremos algunas necesidades. Pero sólo el que tenga las necesidades más sencillas y naturales podrá considerarse sin necesidades, dado que las únicas que tiene son auténticas, ¡y las reales no son difíciles de satisfacer si uno es un hombre libre!
La lluvia ha cesado. El sol de la tarde se inclina a través de los pinos:
¡cómo huelen esas agujas inservibles en el aire claro!
Un diente de león, bien fuera de estación, ha conseguido florecer entre las aplastadas hojas de lirios del verano pasado. El valle resuena con la charla totalmente no informativa de las quebradas y el agua silvestre.
Entonces, las codornices inician su dulce silbido entre los arbustos húmedos. Su ruido es absolutamente inservible, así como el deleite que me producen. No hay nada que prefiera oír a cambio, no porque sea mejor ruido que otros, sino porque es la voz del momento presente, del presente festival.
Sin embargo, hasta aquí mismo tiembla la tierra. Allá, en Fort Knox, el rinoceronte se divierte.

MENSAJE PARA LA COMUNIDAD DEL COLEGIO SAGRADA FAMILIA

Mensaje de la Lic. María Alejandra Dold 
 Queridos miembros del Colegio Sagrada Familia!!!! Corran la voz entre los exalumnos!!!! Hoy -en el día de la Virgen- recibimos un relicario de Juan Pablo II para el Colegio. Nuestra capilla recibirá el nombre de Juan Pablo II y se le construirá un lugar especial para que nos acompañe. Ya recibirán noticias de todo lo que haremos para prepararnos como comunidad. Felicidades!!!
 


ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARIA

miércoles, 8 de agosto de 2012

QUANTA FEDE IN QUEL ROCKER JOHN WATERS


INTERVISTA  JOHN WATERS

Quanta fede in quel rocker​
Nella misura in cui è universale il tema del Meeting di Rimini di quest’anno, “La natura dell’uomo è rapporto con l’infinito”, è evidente che la faccenda riguardi anche i rocker. Solo che convenzioni e convenienze dell’industria non sempre mettono in risalto quanta spiritualità contenga anche tale cosiddetta musica “leggera”: al Meeting ci penserà una mostra (“Tre accordi e il desiderio di Verità. Rock’n’roll come ricerca dell’infinito”) aperta dal 19 al 25 agosto e curata da John Waters, giornalista e scrittore irlandese, che al Meeting porta la ricerca della forza spirituale contenuta nel rock.
Cosa vuole dimostrare con la mostra di Rimini?
«Vorrei rendere visibile il rapporto fra musicista e ascoltatore. Il rock nasce come pianto del cuore dell’uomo, nella forma del blues, e al suo meglio resta quello: ma la nostra cultura ne ha minimizzato e volgarizzato vitalità e profondità. Molti considerano rumore il rock, altri lo amano ma non ne sanno esprimere il centro vero».
Tramite quali artisti dimostrerà il senso del rock?
«Muddy Waters, Sam Cooke, Hank Williams, Leonard Cohen, Joni Mitchell, U2, Patti Smith, Coldplay. Ma anche Amy Winehouse o i Velvet Underground. Sarà un viaggio dalle origini al giorno d’oggi».
Per dire che il rock è anche un ottimo tramite fra sacro e profano?
«In un certo senso. Certo è una forma di espressione ambigua, un piede nella materia e l’altro nell’oltre. E in un oggi nel quale è dura per l’uomo dar voce alla propria spiritualità, il rock può aiutare: ma resta spesso travestito da “musica del diavolo” per convenienza da show business. Eppure pensi ai bambini. Se seguono il rock così tanto, cosa ci vedono? Non possono essere sempre fuorviati: è che la maggior parte degli artisti ha cose importanti da dire, che loro – e noi – vogliamo sentire».
Però c’è l’etichetta “musica del diavolo”, appunto.
«Era un cliché, una posa. A volte un modo di evitare la pietas contenuta in molta di quella che viene poi definita christian music, concetto bruttissimo. Oggi mi pare che quell’idea serva a legare il rock all’ideologia atea di certe società moderne tipo la Gran Bretagna: come se non si potesse accettare che Bono è intensamente cristiano. Certo c’è l’autodistruzione di tanti artisti, comunque figlia del desiderio di qualcosa di assoluto. Però il rock resta il medium più potente per affrontare la realtà e capirci».
a quanto resta, nel rock del 2000, delle origini?
Pensi ad Amy Winehouse. I valori originali ci sono, nella sua musica: anche se lei come artista ha dato luogo ad alcuni fraintendimenti di cui le parlavo».
Però sembra che quando un artista è esplicitamente cristiano, o religioso, venga emarginato. Il suo messaggio più è chiaro più viene accantonato.
«Assolutamente vero. E il rock permette maschere in cui la purezza dell’intenzione si nasconde, anche se l’ascoltatore poi la coglie ugualmente. In parte forse è necessario, perché si tratta di temi che possono spaventare; ma in parte deve farci pensare. Soprattutto dovremmo uscire dal fraintendimento che parlare di fede porti solo a brani devozionali. La religiosità è connessa con la realtà e l’uomo in sé».
Capita che la fede sia “usata” per far parlare di sé?
«Non ho in mente canzoni così. L’artista vero cerca di essere fedele a se stesso e al suo credo. Anche se è vero che i grandi come Springsteen restano “alla moda” anche quando cantano Dio…».
Non c’è insomma un manuale per capire gli imbrogli…
«Né mi piacerebbe ci fosse. Il punto è capire quali artisti sono pronti a rischiare pur di essere veri, quali hanno compreso che parlare della realtà implica per forza anche parlare dello spirito. Quelli sono gli artisti il cui ascolto dà di più».
Quindi possono essere anche artisti inaspettati…
«Beh, Elvis parlava di Dio ogni volta che apriva bocca, anche se non si vedeva questo suo aspetto per quel che era, ovvero desiderio d’infinito. E ci sono canzoni lette sempre in modo riduttivo: pensi a Until the End of the World degli U2. Parla di Giovanni il Battista, ma quanti fan lo sanno?».
E artisti come Johnny Cash, che cantano esplicitamente la fede, l’hanno divulgata davvero?
«Penso sia stato un grande esempio: ma soprattutto perché viveva la vita apertamente e coerentemente. Quindi specie negli American albums, in cui ha detto la storia della fine della sua esistenza fin quasi al giorno della morte. È stata quasi un’eco nel rock di come Wojtyla ha vissuto la malattia in pubblico. E questo influenza la gente tantissimo».
Però mass media e major non aiutano certo personaggi come Cash o certe letture degli U2…
«I media seguono ciò che sembra più sicuro, vivono in quello che il Papa ha chiamato il bunker, che non è la realtà vera. E il bunker ha deciso che Dio non è necessario. Ma ognuno di noi può dubitare di quanto ci dice il bunker. E io penso che il rock sia com’è proprio perché abbiamo bisogno di media così, che ci permettano di testare davvero quello che pensiamo».
Andrea Pedrinelli